El bebé más pequeño en sobrevivir nació a las 24 semanas de gestación y pesó al nacer tan solo 268 gramos
En mayo de este año Ebonie Bender conoció
a su hija Kallie en su semana 24 de gestación. Acaba de nacer y pesaba
apenas 370 gramos. Tras cinco meses de cuidado en el hospital, la
pequeña recibió el alta y pudo llegar a casa. En esta foto podrás ver la
alegría de sus padres.
Entre las razones argumentadas para
justificar que no vale la pena luchar por vidas como la de Kallie, se
han mencionado el costo elevado que supone la atención médica de los
bebés prematuros, los problemas de salud o secuelas que pueden sufrir a
lo largo de su vida y la pérdida de productividad para los que los
cuidan.
Este enfoque, que reduce el valor de una
vida a factores económicos, a llevado a algunos a proponer iniciativas
como la de fijar un límite de peso al nacer para atender médicamente a
estos niños, un límite que va desde los 500 a los 700 gramos.
Un bebé por debajo de estos valores sería
descalificado automáticamente, como le hubiese ocurrido a Kallie que
nació con tan solo 370 gramos. Por su tamaño, fragilidad y una dolencia
cardiaca habitual en los microprematuros, no tenía muchas probabilidades
de sobrevivir. Sin embargo luchar por su vida “valió la pena” y lo
cierto es que no es el único caso.
Hoy más que nunca los avances
médicos han mejorado las posibilidades de supervivencia para los bebés
extremadamente prematuros. Cada vez es más frecuente que los bebés
salgan adelante y lo hagan además sin secuelas ni retrasos neurológicos.
Las pautas publicadas recientemente por la Asociación Británica de Medicina Perinatal
dicen que es “apropiado” que los médicos intenten luchar por las vidas
de estos bebés con los medios que tienen disponibles, cada día mejores, y
que contribuyen al aumento de sus posibilidades de supervivencia.
La nueva guía clínica indica este cambio
en la práctica médica para salvar las vidas tan pronto como a las 22
semanas. Ahora podemos creer en algo que hace una década era
prácticamente imposible: que los bebés sobrevivan con tan solo 22
semanas de gestación. Entonces, hace 10 años, se indicaba que se les
brindara los cuidados paliativos necesarios para que no sufrieran.
En el año 2016 alrededor del 35% de los
que recibieron una “atención activa” para salvar sus vidas
sobrevivieron. Según las cifras, 4 de cada 10 bebés nacidos y tratados,
sobreviven exitosamente.
Pero no solo las innovaciones médicas han
demostrado que las posibilidades de supervivencia han aumentado,
también han posibilitado mejorar la atención de los recién nacidos a
término.
Cuidar a bebés prematuros se ha tornado
rentable porque la gran mayoría crece para convertirse en hombres y
mujeres productivos para la sociedad. De hecho, más del 80% de los
recursos que se gastan en las UCI neonatales son para bebés que
finalmente sobreviven.
Pero más allá de la lógica económica, luchar por la vida de estos bebés vale la pena por su valor intrínseco.
Kallie “valió la pena” no sólo porque desafió las probabilidades. Si
ella hubiese recibido un diagnóstico preocupante unos años más tarde o
en su vida adulta, ¿se hubiese derrumbado el valor de su vida?
Si uno de nuestros seres queridos fuera
ingresado en un hospital no dudaríamos en destinar todos nuestros
recursos para brindarle toda la atención que podamos ofrecerle para
salvar su vida, aun cuando se estimen pocas probabilidades de
supervivencia, como ocurrió con Kallie. ¿Alguno de nosotros le negaría
el tratamiento? ¿Cuestionaríamos su derecho a tal cuidado?
Los avances de la ciencia han
demostrado que por más pequeña que pueda ser, hoy más que nunca la vida
humana tiene la capacidad de salir adelante aun en circunstancias
difíciles. La vida merece ser acogida y cuidada desde el principio.
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