Es
similar a una transfusión de sangre. De esa forma se transfieren las
células madres de un donante -que puede ser incluso el propio enfermo-
para que sustituyan una médula enferma por una sana.
Aparentemente es
algo mucho más sencillo que trasplantar un corazón o un hígado.
Pero en realidad, los trasplantes de médula
son de las actuaciones más complejas de la Medina.
Porque se trasplanta
todo el sistema inmune. Los hematólogos deben conseguir un delicadísimo
equilibrio para que la nueva médula luche contra los enemigos externos y
proteja al organismo -es decir que cumpla su función- sin atacar al
cuerpo que lo aloja y que muchas veces no reconoce como propio -lo que
da lugar a la complicación más habitual-.
Cuando se trasplanta un riñón, un corazón o un hígado,
los pacientes deben tomar de por vida unos fármacos para no rechazar el
órgano. En estos casos, el cuerpo lo ataca porque lo reconoce como algo
extraño. Con la medicación se evita ese rechazo.Pero cuando se trasplanta la médula se produce el
proceso inverso.
Las defensas trasplantadas consideran extraño al cuerpo
en el que se alojan y lo atacan. Es lo que se llama enfermedad injerto
contra huésped, que es complicación más habitual de estos trasplantes.El responsable de la Unidad de Hematología del
Regional, Manuel Muñoz, explica que los trasplantes de órganos entrañan
cirugías complicadas, pero aclara que el manejo de los de médula es "más
complejo porque se trasplanta el sistema inmune"."En realidad, todo empieza cuando el paciente se va
de alta", precisa la hematóloga del hospital María Jesús Pascual.
Porque
en torno al mes de la transfusión es cuando la nueva médula, la sana,
empieza a trabajar. Y va madurando durante aproximadamente un año. Es en
ese tiempo cuando el injerto -el trasplante- suele comenzar a luchar
contra el huésped -el receptor-.
Entonces, los especialistas y los
pacientes deben dar batalla contra esta complicación bastante habitual.El paciente, la enfermedad, el donante, los fármacos y
hasta el hospital marcan la evolución del enfermo.
Pero sobre todo hay
un factor clave en la curación: la selección que el hematólogo haga del
donante, de la técnica a aplicar al paciente y de cada decisión que tome
en el proceso.En síntesis, que aunque parezca tan simple como una
transfusión, es una actuación terapéutica muy compleja que incluye
quimioterapia, aislamiento y un equilibrio muy delicado en el manejo del
sistema inmune. Un proceso en el que los hematólogos tienen que hacer
malabares con sus conocimientos para sacar adelante a los pacientes.
Algo que, gracias a los avances médicos, ocurre cada vez más y con menos
complicaciones.
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