martes, 30 de agosto de 2016

La salud al alcance de la mano

Francisco Servia y Jordi Llop, en un laboratorio del centro donostiarra Biomagune.
Francisco Servia y Jordi Llop, en un laboratorio del centro donostiarra Biomagune. / MICHELENA


  • Investigadores guipuzcoanos muestran sus avances en el ámbito de tratamientos médicos

  • Una máquina produce fármacos para engañar a los tumores, una camiseta vigila el corazón y con impulsos eléctricos se puede mover una mano

    Son gratificantes las informaciones sobre estudios científicos que abren las puertas a nuevos tratamientos médicos, pero ansiamos verlos. Todos queremos resultados concretos, pedimos a los investigadores que fabriquen la pastilla perfecta o el dispositivo que nos ayude a vivir más y mejor. El ciclotrón, Gocardio y el sistema TES son ejemplos concretos del resultado de diferentes investigaciones que se están realizando en Gipuzkoa en el ámbito de la salud. Son realidades tangibles, unas ya en marcha y otras a punto de hacerlo. Todas al alcance de la mano.
    Ciclotrón. Medicamentos recién hechos
    Suena un pitido y una puerta de dos metros de espesor comienza a desplazarse sobre sus rieles. En el interior de una sala con paredes de 2,5 metros de grosor, en el corazón del centro donostiarra de investigación Biomagune, palpita desde hace seis años el ciclotrón. Es un acelerador de partículas, un cilindro rodeado por tubos y cables que pocas veces descansa. Un ejemplo de colaboración entre el mundo de la investigación y la empresa.
    Durante el día, el ciclotrón genera un gran número de isótopos radioactivos que posteriormente son incorporados a cualquier molécula que se inyectará a un ratón. La trayectoria de este radiotrazador se puede visualizar en el interior del animal, lo que permite «estudiar mecanismos de distintas patologías, como cáncer, isquemias o enfermedades neurodegenerativas», explica Jordi Llop, investigador principal de Biomagune. El objetivo es desarrollar nuevas terapias para los enfermos.
    De noche todo cambia y el control del ciclotrón pasa a manos del personal de la empresa farmacéutica Molypharma. Gracias a un acuerdo con Biomagune, esta compañía utiliza el acelerador de partículas para elaborar radiofármacos destinados a hospitales públicos y privados del País Vasco. «Es un ejemplo de colaboración», afirma Jordi Llop.
    Salvando las distancias, que son muchas, en las horas nocturnas el acelerador se convierte en una especie de horno de panadero. Lo que produzca deberá consumirse ese mismo día. De lo contrario, el medicamento perderá toda efectividad. El motivo es que los isótopos que produce el ciclotrón son de vida muy corta y tienen que ser elaborados diariamente. Como el pan.
    «Normalmente fabricamos entre veinte y treinta dosis para cubrir los hospitales de Euskadi. Salen de aquí a las ocho de la mañana y tienen una caducidad de catorce horas», asegura Francisco Servia, director técnico de Molypharma.
    El fármaco se denomina Fluoriscan 3000, es inyectable y se utiliza para el diagnóstico y seguimiento de cánceres, así como en problemas cardíacos o neurológicos. Tiene una estructura similar a la glucosa lo que, en el caso de los tumores, sirve para engañarlos. «Los tumores -dice Francisco Servia- son una masa celular que crece de forma descontrolada y para ello necesitan energía, glucosa. Como no diferencian entre la glucosa del azúcar y la que yo le doy en el medicamento, el tumor la absorbe y se queda marcado».
    Gracias a una tomografía (PET), el médico detecta posteriormente la radiación de los isótopos fabricados de madrugada en el ciclotrón. Sabe así en todo momento dónde ha ido la glucosa marcada, y si va disminuyendo o no con el tumor.
    Gocardio. Medicina remota
    Javier Díaz recibe a los visitantes y los acompaña hasta un laboratorio del centro CEIT, en Miramón. Una difusa luz azul que emana de su espalda, bajo la camisa, parece revelar una existencia oculta de super héroe. La sospecha se confirma cuando el investigador del área de electrónica y comunicaciones del CEIT se quita la prenda y bajo ella aparece una especie de chaleco con cables, sensores y la luz azul. Su nombre completo es 'Solución móvil para el seguimiento de pacientes cardiológicos durante la actividad diaria', pero es más conocido como Gocardio.
    La idea de este proyecto surgió en el marco del programa de rehabilitación cardíaca de Osakidetza, liderado por el cardiólogo José Antonio Alarcón. Los pacientes que siguen ese programa acuden periódicamente al hospital, donde se controlan sus factores de riesgo cardiovasculares y son monitorizados mientras realizan ejercicios físicos para ejercitar el corazón. Una parte importante de ellos podría evitarse la molestia de acudir el centro sanitario y recibir en sus casas una supervisión médica similar a la del hospital. Solo les hace falta una camiseta.
    Gocardio proporciona al paciente nuevos sensores de electrocardiografía y de medida del esfuerzo (MET), y un Smartphone conectado vía Bluetooth con ellos, que almacena los datos y los envía a una plataforma que puede ser consultada por el cardiólogo. De este modo, cada usuario puede ser monitorizado directamente durante las actividades de su vida diaria y sin necesidad de acudir al hospital.
    En la camiseta hay diez electrodos que ofrecen todo tipo de datos sobre el corazón del paciente. Si los sensores detectan algo anómalo como arritmias o un esfuerzo excesivo envían inmediatamente una alerta al móvil del usuario y a su médico. «Puedes ir a un centro médico y para cuando llegues ya han recibido todos tus datos y los han analizado», explica Javier Díaz junto con los también investigadores Arkaitz Artetxe y Eduardo Carrasco.
    Gocardio es mucho más que un sistema de alarma. La información que genera queda almacenada en el ordenador del cardiólogo, que incluso puede estar viéndola en tiempo real, mientras el paciente realiza ejercicios a kilómetros del hospital. Además, el hecho de que la monitorización sea constante elimina los períodos de incertidumbre existentes entre una visita al médico y la siguiente.
    El proyecto ha sido desarrollado por los centros Vicomtech, CEIT y Biodonostia, junto con las empresas Bilbomática, STT e IXYS, y está financiado por el Gobierno Vasco. «Cada vez se tiende más a este tipo de cosas, a monitorizaciones las 24 horas del día», afirma Javier Díaz. «La medicina del futuro va a ser remota y no será una cita cada mes porque vas a estar monitorizado en tu hogar. Es como si te llevaras el hospital a la calle», dice.
    FES. En lugar del cerebro
    Cuando una persona sufre un accidente cerebrovascular, puede ocurrir que sus músculos dejen de recibir los impulsos eléctricos que genera el cerebro. La comunicación entre ambas partes del cuerpo se interrumpe y el enfermo se ve incapaz de mover alguna de sus extremidades o de coordinar sus movimientos. Para rehabilitar a estas personas se utilizan terapias manuales con ejercicios funcionales, y también la estimulación eléctrica, un sistema que no es nuevo pero puede mejorarse.
    Es lo que intenta la corporación Tecnalia con el proyecto Estimulación Eléctrica Funcional (FES), una tecnología que permite estimular los músculos para favorecer la rehabilitación tanto de extremidades superiores como inferiores. «Se generan impulsos directamente en el nervio y se transfieren al músculo, que se contrae, y la articulación se mueve», explica Haritz Zabaleta, director de proyectos de Tecnalia.
    En sus manos tiene un prototipo del FES, que comenzó a gestarse hace siete años y en todo este tiempo ha reducido por diez su tamaño inicial. Ahora es un brazalete con una batería y una serie de teclas para controlar las descargas eléctricas con las que se trata de hacer creer a los músculos que están recibiendo órdenes del cerebro. «Una matriz de electrodos permite al sistema detectar las mejores zonas para ejercer esta función». Y eso no ha sido fácil de lograr. Haritz Zabaleta explica que la mayor dificultad a la hora de desarrollar el proyecto ha sido «calcular los parámetros óptimos para lograr un efecto rehabilitador óptimo, porque hay que hacer que el músculo se contraiga pero no demasiado». Para eso, «la carga tiene que ser exacta».
    El dispositivo está pensado para utilizarse en ámbitos hospitalarios bajo la supervisión de un médico y se puede compaginar con otras terapias de rehabilitación. «El paciente no nota nada, solo un cosquilleo. Usándolo repetitivamente se puede exacerbar el efecto rehabilitador y el cerebro comienza a reaprender». afirma Haritz Zabaleta.

     

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