Perder capacidades por un ictus y pensar que estás igual que siempre
“Cuando termine el verano me reincorporaré a mi trabajo”.
Es la declaración de intenciones de un paciente que trabajaba como
piloto, y tras haber sufrido un ictus, se encuentra en silla de ruedas y
ni siquiera recuerda cosas básicas como el nombre del colegio de sus
hijos.
Sufre anosognosia o falta de conciencia de déficit, algo frecuente en
personas con daño cerebral adquirido. Lejos de darse cuenta de cómo un
hecho traumático ha cambiado su vida, ignoran los problemas (motores,
cognitivos, emocionales o conductuales) que les ha generado la lesión. Y
tampoco tienen consciencia de la repercusión que estos tienen en su día
a día. Digamos que ellos se sienten “como siempre”.
El daño cerebral adquirido es la mayor causa de discapacidad en los
países desarrollados, y el ictus es el motivo más frecuente
(prácticamente el 80%). En España cada año se producen más de cien mil
casos. Aunque los avances médicos permiten reducir en muchas ocasiones
las secuelas derivadas de la lesión, nuestros hábitos de vida están
provocando que la incidencia aumente de forma sorprendente. El consumo
de tabaco y alcohol, una dieta inadecuada, el sedentarismo, malos
hábitos de sueño o altos niveles de estrés son factores de riesgo muy
importantes.
Que el daño cerebral adquirido suela ir acompañado de falta de
conciencia de déficit tiene consecuencias. Es cierto que se puede
asociar a un mayor bienestar emocional de los pacientes, a primera vista
positivo. Pero no ajustarse a la realidad puede volverse
contraproducente al generar dificultades importantes en su día a día, en su entorno y en el éxito de la rehabilitación.
Al fin y al cabo, si un paciente piensa que se encuentra
perfectamente, que no tiene déficits ni problemas asociados a la lesión,
difícilmente estará motivado para someterse a una rehabilitación. Como
tampoco seguirá las pautas e instrucciones de los profesionales y de su
familia. Además se pondrá objetivos poco realistas, pudiendo incluso
incurrir en acciones que pueden suponer un riesgo importante para su
salud. Puwadol Jaturawutthichai / Shutterstock
Saber lo que nos pasa es el principio de la recuperación
Desde hace algún tiempo, numerosos investigadores han desarrollado
programas específicos de intervención sobre la conciencia de déficit,
con el objetivo de hacer ver a los pacientes lo que no pueden (o no
quieren) ver. Se trata de algo principal para conseguir que el proceso
rehabilitador y la recuperación del paciente puedan ser satisfactorios.
Estos programas de intervención recurren a diversas estrategias.
Inicialmente suele emplearse la psicoeducación, que consiste en que el
paciente conozca lo que le ha pasado, cómo funciona el cerebro, la
importancia que éste tiene en todo lo que hacemos y cómo sufre cuando se
ve dañado.
Otra forma de conseguir que el paciente perciba que tiene un problema
es someterle a tareas estructuradas. Por ejemplo, una prueba de memoria
en la que tiene que intentar memorizar y posteriormente recordar una
lista de palabras (Tormenta, Flauta, Espada, Trompeta, Nieve, Puñal, Trueno, Violín, Lanza, Piano, Tempestad, Látigo).
Pidiéndole previamente al paciente que pronostique cuál cree que será
su rendimiento. En el ejemplo, ante la pregunta de cuántas palabras cree
que recordará, el paciente que sobrestima sus habilidades podría
considerar que a la primera se acordará de nueve de las doce palabras.
Una vez ejecutada la actividad se comparan las expectativas con el
desempeño real, que generalmente es inferior. Y eso lo sitúa en una
confrontación controlada y estructurada de su percepción y la realidad.
Le hace consciente de que sucede algo anómalo.
Cuando se graba el desempeño en vídeo, el impacto para el paciente es
notable. Porque comete errores o tiene dificultades importantes para
realizar una actividad de los que no es en absoluto consciente. En el
ejemplo anterior, el paciente se visualizaría recordando solamente dos o
tres de las doce palabras escuchadas.
A mayor conciencia de déficit, mayor éxito de la rehabilitación
Las intervenciones específicas sobre la conciencia de déficit dentro
del proceso global de rehabilitación aumentan el nivel de conciencia de
los pacientes en el momento del alta. En un estudio
se observó que los pacientes con menor nivel de conciencia al inicio de
la rehabilitación son también los que más se benefician de la
intervención específica sobre la misma.
El fin último de cualquier programa de intervención realizado con
pacientes con daño cerebral no es otro que lograr que alcancen la máxima
independencia funcional. O lo que es lo mismo, que los pacientes sean
tan autónomos como sea posible en las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria una vez concluida la rehabilitación.
Por eso su inclusión en los programas de intervención debe
considerarse un punto clave por todos los profesionales que trabajan en
neurorehabilitación y debe realizarse de forma conjunta con las
familias.
En un primer momento, hacer al paciente consciente de lo que le ha
pasado, las dificultades que presenta y las repercusiones de éstas en su
día a día, puede suponer un importante choque emocional que se asocie
con una afectación de su estado de ánimo. Puede sentir tristeza,
inseguridad, rabia, miedo… Sensaciones no experimentadas hasta ese
momento, pero necesarias para asimilar la realidad e iniciar el proceso
de recuperación.
Es más, una conciencia de déficit ajustada ayuda al paciente a tener
un proceso rehabilitador más exitoso y a lograr a largo plazo una mayor
calidad de vida.
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