La semana pasada se supo que una joven británica con una enfermedad
terminal consiguió que la autorizaran a congelar su cuerpo tras su
muerte, pero... ¿la criogenización realmente es una opción viable?
Una nueva técnica que consiste en reemplazar la sangre por una mezcla de químicos acerca un poco la realidad a las expectativas
Existe un creciente reconocimiento de que la personalidad y recuerdos se definen por conexiones entre las neuronas; algunos expertos opinan que se podría descargar en un ordenador el contenido del cerebro
Una nueva técnica que consiste en reemplazar la sangre por una mezcla de químicos acerca un poco la realidad a las expectativas
Existe un creciente reconocimiento de que la personalidad y recuerdos se definen por conexiones entre las neuronas; algunos expertos opinan que se podría descargar en un ordenador el contenido del cerebro
Es fácil entender la decisión de la adolescente que pidió preservar su cuerpo usando la criogenización con la esperanza de revivir en el futuro,
cuando la medicina sea capaz de curar su cáncer. La criogenización es
la técnica de congelar a un ser vivo con el propósito de lograr su
conservación a la espera de una futura reanimación. Pero, ¿acaso hay
alguna prueba de que esa apuesta dé sus frutos? ¿O es la criogenización
tan solo un montón de promesas vacías envueltas en lenguaje científico y
destinada a gente desesperada?
¿Se puede congelar y descongelar a los humanos?
Dos avances científicos hacen que la criogenización sea una idea menos descabellada que antes. El primero es la vitrificación.
Tal y como han comprobado exploradores del Ártico y montañistas, los
humanos no estamos diseñados para congelarnos y descongelarnos. Cuando
nuestras células se congelan se llenan de cristales de hielo. Al
expandirse, rompen las paredes de las células y convierten a nuestro
cuerpo en una especie de pasta una vez que vuelve a recuperar su calor.
La vitrificación impide este proceso porque reemplaza la sangre con una
mezcla de químicos similares a los anticongelantes y con una solución
que preserva los órganos. Cuando ese líquido se enfría por debajo de los
90 grados bajo cero, el líquido se convierte en sólido.
Esta técnica mejoró sustancialmente la fiabilidad en el proceso de
congelar y descongelar embriones y óvulos para tratamientos de
fertilidad. También funciona en muestras pequeñas de tejido y en vasos
sanguíneos. A principios de 2016, un grupo de científicos logró congelar
el cerebro de un conejo y recuperarlo en un estado “excelente”, aunque
no está claro si las funciones del cerebro se habrían conservado tanto
como se conservó su aspecto.
Hasta el momento, no se
ha realizado clínicamente la vitrificación en estructuras más complejas,
como los riñones humanos para trasplantes, así que todavía falta camino
por recorrer. Según Barry Fuller, profesor de ciencia quirúrgica y
medicina a baja temperatura en el University College de Londres, “hay
investigaciones en curso sobre estos desafíos científicos y una posible
demostración futura de la capacidad para preservar por congelación
órganos humanos en trasplantes sería el primer gran paso para comprobar
el concepto pero, por el momento, no podemos lograrlo”.
Todo nuestro cerebro, en un ordenador
El segundo avance es el creciente reconocimiento de que, en cierta
medida, nuestra personalidad, nuestras habilidades y recuerdos se
definen por las conexiones entre las neuronas. Esto llevó a que algunos
especularan con que, en lugar de hacer que el cuerpo vuelva a la vida,
el contenido del cerebro podría “descargarse” en un ordenador para
permitir a la persona vivir como un robot en el futuro.
Parece una locura pero Nick Bostrom, profesor de Filosofía del
Instituto del Futuro de la Humanidad en Oxford, y su colega Anders
Sandberg lo ven dentro de lo posible. “Siendo solo una cabeza, mi vida
sería limitada pero, para ese entonces, seremos capaces de conectarnos
realmente con los ordenadores”, dijo Sandberg durante una entrevista en
2013. “Espero que, una vez que me revivan, mis recuerdos y mi
personalidad se puedan descargar a un ordenador”.
En
contra de su opinión, muchos neurocientíficos creen que no se terminaría
de capturar la complejidad de la mente humana ni aunque fuéramos
capaces de programar la gigantesca cantidad de conexiones que hay entre
las cien mil millones de neuronas del cerebro.
En conclusión, ¿debería preservar mi cuerpo?
Desde una perspectiva puramente científica, tal vez lo mejor sea que gaste su dinero mientras esté vivo.
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