Treinta años han pasado desde que cuatro urólogos trajeron a Málaga el primer aparato de litotricia que evita la cirugía
Siguen juntos y trabajan en el Hospital El Ángel
Juan Jesús Duarte, Antonio Fernández y Alejandro Galacho (de izq. a der.).
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marilú báez
Empezaron
juntos hace 30 años. Y siguen juntos. Juan Jesús Duarte, Alejandro
Galacho, Diego Pérez y Antonio Fernández trajeron a Málaga, allá por
1987, el primer aparato de la provincia para romper las piedras del
riñón sin cirugía. Fue el 13 de junio. Era el segundo equipo de
litotricia de Andalucía -después de el del Virgen del Rocío, de Sevilla-
y estaba en la sanidad privada. Desde entonces, este grupo de
profesionales ha tratado en el Centro de Urología Málaga a más de 10.000
pacientes a los que les ha ahorrado pasar por el quirófano.
Dicen que las piedras del riñón causan uno de los
peores dolores que se pueden sufrir. La razón es que éstas hacen de
tapón y obstruyen la salida de la orina provocando una dilatación renal.
Hasta 1987, la única forma de tratar esta dolencia era la cirugía, con
incisiones que como mínimo tenían siete centímetros. Desde entonces, la
litotricia -utilizando ondas de choque- rompe las piedras que luego se
eliminan por la orina. Se evita así el quirófano.
Más de 10.000 pacientes han sido tratados por el Centro de Urología Málaga
El origen de este avance médico es, como muchos otros,
bélico. Cuentan que cuando los cazabombarderos atravesaban masas
nubosas y rompían la barrera del sonido, después presentaban roturas en
el fuselaje. A un ingeniero aeronáutico cuya mujer sufría piedras en el
riñón se le ocurrió que el principio físico por el que se producía
aquel efecto podía tener una aplicación asistencial. Lo probó primero en
animales y luego en humanos. Así nació en 1982 el primer equipo de
litotricia del mundo. Fue en Munich (Alemania). Cinco años más tarde,
aquel avance fue importado por los cuatro especialistas del Centro de
Urología Málaga. Se convirtieron así en los primeros rompepiedras de la provincia.
En
sus orígenes, la técnica consistía en localizar la piedra mediante
radiografía, sumergir al paciente en una bañera metálica y mediante unos
electrodos, aplicarle ondas de choque. Ahora ya no se usa la bañera ni
se sumerge al enfermo. Simplemente se tumba sobre el aparato. Es un
equipo compacto que realiza las dos funciones: localización de la piedra
y tratamiento.
"No hace falta hospitalización. El paciente llega, se
hace el tratamiento sin anestesia ni sedación y se marcha a su casa.
Después va expulsando las piedras en fragmentos finitos", explica
Fernández. Asegura que con la litotricia, el enfermo siente "como
picotazos en la espalda, pero no dolor". El paciente debe seguir ciertas
instrucciones posteriormente, entre las que están beber mucha agua.
Después de una semana o dos, tiene que pasar una revisión para comprobar
si le quedan piedras o las ha expulsado a todas.
La litiasis, como se llama la patología, no se
hereda; aunque existe una predisposición familiar a padecerla. Su origen
no está claro, pero la mejor forma de prevenirla es beber mucha agua.
Los síntomas son sangre en la orina y un intenso dolor; el temido cólico
nefrítico.
Según los especialistas, la mitad de los enfermos
vuelven a tener piedras. De modo que la litotricia evita la cirugía de
repetición. Además, con los equipos más modernos, la localización de las
piedras puede hacerse también con ecografías, lo que evita la radiación
que causaba el método utilizado antiguamente.
El perfil de las personas que sufren litiasis es el
de un paciente -hombre o mujer a partes casi iguales- de unos 45 o 50
años. Pero los especialistas aclaran que pueden padecerla desde niños
hasta ancianos. Las piedras varían de escasos milímetros a seis
centímetros.
Afortunadamente, los avances médicos permiten que
miles de personas se ahorren el quirófano desde hace tres décadas. Basta
con recibir unos cuantos "picotazos". Pero para evitarse hasta ese mal
trago, lo mejor es seguir el consejo de los especialistas: beber
habitualmente mucha agua.
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